Decía René Char que los
más audaces son los más expuestos.
Y también decía:
el poeta mezcla la
carencia y el exceso, la meta y el pasado. De ahí lo irresoluble de su poema.
Está en la maldición, es decir, asume peligros perpetuos y renacientes en la
medida en que rechaza, con los ojos abiertos, lo que otros aceptan con los ojos
cerrados: el beneficio de ser poeta. No puede haber poeta sin temeroso recelo,
de igual manera que no existe poema sin provocación. El poeta pasa por todos
los grados solitarios de una gloria colectiva de la que está legítimamente
excluido. Tal es la condición necesaria para sentir y decir ajustadamente.
Escribir un libro que se titule Palimpsesto. Y que comience
así:
He desistido de amar,
ya solo me importa la gloria…