En el muelle de Séneca
el mar era una cordillera a ras de agua, de papel de plata y cobalto. El viento del oeste oponiéndose a las olas, aplacándolas con tenaz y enérgica constancia. El sol dando su dó de pecho antes de las mieles de la decadencia. Y la gente llena de tiempo libre y soledad buscando la felicidad frente al sol, en todas sus formas. En esa postal donde siempre hay perros, nadie como ellos conoce la felicidad.
Wednesday, January 11, 2017
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