Monday, April 07, 2014

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE (A pequeños tragos)

Todo lo interesante ocurre en la sombra, no cabe duda. No se sabe nada de la historia auténtica de los hombres.

***

La gran derrota, en todo, es olvidar, y sobre todo lo que te ha matado, y diñarla sin comprender nunca hasta qué punto son hijoputas los hombres.

***

Es la edad también que se acerca tal vez, traidora, y nos amenaza con lo peor. Ya no nos queda demasiada música dentro para hacer bailar a la vida: ahí está. Toda la juventud ha ido a morir al fin del mundo en el silencio de la verdad. ¿Y dónde ir, fuera, decidme, cuando no llevas contigo la suma suficiente de delirio?...

***

Tenemos que resignarnos a conocernos cada día un poco mejor, ya que nos falta el valor para acabar con nuestros propios lloriqueos de una vez por todas.

***

La vida esconde todo a los hombres. En su propio ruido no oyen nada. Se la suda. Y cuanto mayor y más alta es la ciudad, más se la suda. 

***

En la fatiga y la soledad se manifiesta lo divino en los hombres.

***

Tal vez sea eso lo que busquemos a lo largo de la vida, nada más que eso, la mayor pena posible para llegar a ser uno mismo antes de morir.

Louis-Ferdinand Céline


Tuesday, April 01, 2014

MACBETH - ACTO I - Escena II



MALCOLM. ...¡Te saludo, bravo amigo! Di al Rey lo que sepas de la lucha cuando la dejaste.
CAPITÁN. Estaba en duda, como dos nadadores exhaustos, que se aferran uno a otro, sin dejarse nadar y ahogándose. El inexorable MacDonwald (digno de ser rebelde, pues en él bullen las distintas maldades de la Naturaleza) recibe refuerzos de infantes y jinetes de las Islas de Poniente, y la Fortuna, sonriendo su causa maldita, ha demostrado ser la prostituta de un rebelde; pero todo eso tiene poca fuerza, pues el valiente Macbeth (bien merece que se le llame así), despreciando a la Fortuna, blandió el acero humeante de sangrienta matanza (como favorito de la Valentía) para abrirse a golpes como trinchando, hasta enfrentarse con ese bribón, y no le dio la mano ni se despidió de él antes de descoserle desde el ombligo a las costillas, y de plantar su cabeza sobre nuestras almenas.
W. Shakespeare